DON VITTO GIOVANNI
PRESENTA : SOCIEDAD
Sr. Scioli no se preocupe ! ! ! ! ! ya no esta solo, ha llegado el tiempo que tiene que compartir la responsabilidad con la Sra. Presidenta y el entorno de ella, entre otras cosas por la inseguridad y prevension de la misma. Quizas ni hoy ni mañana pero llegara el momento como toda verdad llega y se materializa en justicia , que udes. sean responsabilizados (por el poder que en este momento los enviste ) de todas las muertes, salideras, asaltos a domicilios, asaltos en la puerta de las casas, secuestros express, muertes por que si, o porque estan en el momento no indicado y lugar equivocado y los matan .
Udes son responsables directos, fueron votados para protegernos en este y todos los temas de convivencia de la Republica directa o indirectamente quieran o no........... lo son.
Como tambien por lo que no resolvieron .Son irresponsables , no aptos en situaciones de crisis, atacar la consecuencia , abandono de persona,dejar hacer , no aptos para el cargo,
Peron se esta revolcando en la tumba , viendo y escuchando los hechos, dichos, acciones,prepotencia, cuando solamente estan pensando en las proximas elecciones
O que el que piensa distinto es golpista, todo lo contrario me desgarro las vestiduras , arrastrandome por el asfalto caliente para que terminen el mandato , por favor, es lo que mas deseo,
Pero hay algo que me tiene intrigado el costo politico , no les interesa el desgaste , no les parece raro??? o pensaran que todos somos tarados, o no tendremos memoria al votar nuevamente,
Seguiran pensando que salvaron a la republica despues del 2001 , no lo creo asi, tuvieron suerte que los comoditis agropecuarios batieron record en esos años y se acumularon las divisas,
O quizas estaran creidos que son los unicos que defendieron los derechos humanos.Toda la sociedad estuvo presente en los ultimos 30 años , ningun partido politico fue ni sera dueño de esa posicion
Sr. Scioli como un NI en el estado , que le diria a la familia Moleta el ultimo muerto por su falta de prevension como gobernador, frente a los hijos que vieron el asesinato del padre????? les dira lo mismo que a los sin numeros de familiares y otro tanto de muertos les expreso con su discurso de consorcio?????.
Le repito dediquese a otra cosa , no insista en postularse no esta preparado para esto, no siga acumulando causas que en su momento tendra que enfrentar , si asi no lo hacee insiste en seguir con el NI seguira siendo participe involuntario de los acontecimientos que se seguiran produciendo en el pais, seguiran los discursos para la foto, para el choripan y la gaseosa , los punteros, sindicalistas de su entorno y mas ....( lista muy larga )El resto es golpita o colaboraron con la dictadura.
Ultimo : para los indocumentados, ocupas y vivos que siguieron los preceptos ingleses de los ultimos 450 años , ante un estado debil y permisivo , -peleas , ocupas y negocias , resultado todo te quedara.
MI ABUELO VINO DE EUROPA EN LOS 1900 . BAJO DEL BARCO EN EL PUERTO DE BUENOS AIRES, DEJANDO A TODA SU FAMILIA EN EUROPA, CON LA RESPONSABILIDAD NO ESCRITA DE TRAERLOS, PERO NO SABIA CUANDO,SOLAMENTE CON UN TRAJE NEGRO , CAMISA BLANCA , ZAPATOS GASTADOS Y ROTOS .
AL BAJAR APOYA EN EL SUELO UNA VALIJA DE CARTON MARRON , Y LE PREGUNTA AL PRIMERO QUE PASA --SIN HABLAR UNA GOTA DE CASTELLANO - """"¿¿¿¿¿ DONDE QUEDA EL CAMPO ??????""""".
Pregunten a los "gran empresarios extranjeros de la construccion "-ya hay varios pisos que alquilan o venden - que viven en la villa de retiro si preguntaron lo mismo .
Los dejo , me llama Scioli y la Sra. estando a cargo de este consorcio y estan convensido de eso , preguntandome si pague las expensas! ! ! !
Hasta la proxima , estando a la deriva esperemos tener suerte.
PINTURA,MUSICA,LITERATURA, HISTORIA, ANTROPOLOGIA, ASTRONOMIA, PALEONTOLOGIA, CINE, BIOGRAFIAS, TEATRO, ECOLOGIA, TECNOLOGIA, COMENTARIOS, Y ESCRITOS DEL BLOG
DON VITTO GIOVANNI
viernes, 31 de diciembre de 2010
Breve historia de mi barba
DON VITTO GIOVANNI
PRESENTA: LITERATURA
Por LUIS CHITARRONI - Escritor y ensayista, autor de “Siluetas” (
CLARIN - REVISTA Ñ - 9 DE DICIEMBRE 2010
La historia de la barba no dependió siempre de cuestiones de moda, pero los victorianos, eminentes o no, la cultivaron. Y también los escritores decimonónicos, victorianos o no. Mi admiración por Julio Verne no fue reemplazada sino complementada con mi admiración por Karl Marx, aunque los dos cultivaran barbas tupidas, y aunque el escritor favorito del economista de Tréveris no fuera Verne sino Dickens, barbado también. La observación social de Dickens nunca puso en peligro la descripción física de los personajes adultos, pero las barbas se daban tan por sentadas que difícilmente se refiriera a ellas. Por lo demás, la galería de abogados que habitan sus ficciones –Vholes, Dodson, Fogg, Spenlow, Jorkins, Tulkinghorn, para ser breves– debían de mantener, por un pacto de arrogancia que a nadie se le escapa, el aspecto lampiño, con el propósito firme de apostar toda su honestidad sólo a un dato exterior. Uriah Heep es verdoso y glabro en David Copperfield.
Un motivo más para que yo usara barba.
No se descarta la barba como elemento de villanía, un disfraz, como los antifaces y las caretas. El hoy bastante olvidado escritor victoriano que escribió Los últimos días de Pompeya , Edward Bulwer-Lytton, dueño de una de esas británicas barbas vegetales que terminan siendo botánicas, fue acusado por su propia mujer ante Wilkie Collins, de atusada barba también, de ser el hombre más despiadado del mundo. A mí las barbas locales, que no son tantas en la literatura, me tranquilizaron siempre: Hernández, Mansilla, Macedonio, Almafuerte. Hasta hay una foto de Borges con barba, no me acuerdo de qué año. Está en compañía de una de las hermanas Lange, en el zoológico, y se describe –en inglés– como un tapir barbado. Insinuación autógrafa del jabalí cegato que había advertido Marechal.
En algún momento, Cortázar defendió la barba que protegía la cara fotografiada en los sesenta diciendo que, si se la afeitara, tampoco sería la misma (nos consta, sin embargo, que vivió protegida de cualquier señal de senectud). McCartney usó barba en Let it Be y en su primer álbum solista, después de lo cual el aspecto pueril que conserva (a expensas o a despecho de las cirugías) inclina su voz mágica del lado de Raphael (el niño andaluz, no el pintor de Urbino), más que de los evangelistas clásicos –Ian Anderson es uno– del rock.
Mi escritor contemporáneo favorito (1914-1979) ha puesto en duda la cuestión de la contemporaneidad, y es un gran detractor de la barba. Dice que le producen aversión los escritores con barba, sobre todo un alemán y un austríaco nacido en Trieste, Frenssen y Däubler, respectivamente (y agrega, como si fuera poco, a otro inglés: Tennyson). Aunque en 1963 reconoce estar viviendo (o, mejor dicho, soportando) otro período de apogeo de la barba, alega contra los hirsutos argumentos patilludos del despectivo Schopenhauer, a quien la barba como voluntad y representación, parece, lo exasperaban más que las mujeres. Con el paso del tiempo, y el añadido de las canas, mi barba adquirió nuevos prontuarios de amenaza.
Después de la destrucción de las torres gemelas, alguien me recomendó afeitármela si viajaba. Desobediente, viajé igual. Me acostumbré a la barba como a las letras de mi apellido, la primera (o las primeras) de las cuales cierra el círculo, ajeno a la analogía, iniciado a partir de la mención del Che, con el mismo sonido argentino. Africado, sordo, palatal.
PRESENTA: LITERATURA
Por LUIS CHITARRONI - Escritor y ensayista, autor de “Siluetas” (La Bestia Equilátera )
CLARIN - REVISTA Ñ - 9 DE DICIEMBRE 2010
Julio Verne, Karl Marx, Macedonio Fernández y John Lennon saliendo de Abbey Road. Todos tenían Un rasgo en común: la barba. El escritor Luis Chitarroni describe el abanico de artistas e intelectuales que lo motivaron a permanecer barbudo durante años. Una cuestión de estética y también de ideología.
En 1978, después del servicio militar, me dejé crecer la barba. Alguien me dijo que procurara evitar ese aspecto de “Che”. Y agregó: “por mi bien”. Estábamos en un edificio de la calle Reconquista; mi benefactor era (o sigue siendo), ingeniero; yo, cadete. Omití decirle que mi modelo no era el Che. Había tres motivos más frívolos para que me dejara crecer la barba: Lennon saliendo de Abbey Road (después de atravesar una década a la que había entrado como un saltimbanqui de traje y corbata), la recuperación de mi DNI y mi estado –¡civil!– y, sobre todo, el deseo de huir de la infancia y la adolescencia, de ser más grande. La moda, la condición, la edad. Con alguna que otra modificación episódica, conservé la barba desde entonces. Un factor de comodidad y preferencia, no de descuido, me hizo optar por la barba cerrada y no por esos simulacros de capilaridad esporádicos y elegantes por los que optan los conductores pelados, los peluqueros y los editores catalanes. Si bien Zappa, y gran parte de sus músicos, habían popularizado a fines de la década del sesenta las barbas cortas, los bigotes con guía, las patillas y la mosca, los modelos de barba predominantes parecían ser, de acuerdo con un observador privilegiado –Nick Kent, autor de Apatía por el diablo – los de los integrantes del grupo que supo acompañar a Bob Dylan, conocido por el nombre de The Band. Es cierto también que ante barbas ejemplares como la de Lennon, pobladas y de una tonalidad estable, la mía, lastimosa y ratonil, condujera a comparaciones más ralas del repertorio latinoamericano.La historia de la barba no dependió siempre de cuestiones de moda, pero los victorianos, eminentes o no, la cultivaron. Y también los escritores decimonónicos, victorianos o no. Mi admiración por Julio Verne no fue reemplazada sino complementada con mi admiración por Karl Marx, aunque los dos cultivaran barbas tupidas, y aunque el escritor favorito del economista de Tréveris no fuera Verne sino Dickens, barbado también. La observación social de Dickens nunca puso en peligro la descripción física de los personajes adultos, pero las barbas se daban tan por sentadas que difícilmente se refiriera a ellas. Por lo demás, la galería de abogados que habitan sus ficciones –Vholes, Dodson, Fogg, Spenlow, Jorkins, Tulkinghorn, para ser breves– debían de mantener, por un pacto de arrogancia que a nadie se le escapa, el aspecto lampiño, con el propósito firme de apostar toda su honestidad sólo a un dato exterior. Uriah Heep es verdoso y glabro en David Copperfield.
Un motivo más para que yo usara barba.
No se descarta la barba como elemento de villanía, un disfraz, como los antifaces y las caretas. El hoy bastante olvidado escritor victoriano que escribió Los últimos días de Pompeya , Edward Bulwer-Lytton, dueño de una de esas británicas barbas vegetales que terminan siendo botánicas, fue acusado por su propia mujer ante Wilkie Collins, de atusada barba también, de ser el hombre más despiadado del mundo. A mí las barbas locales, que no son tantas en la literatura, me tranquilizaron siempre: Hernández, Mansilla, Macedonio, Almafuerte. Hasta hay una foto de Borges con barba, no me acuerdo de qué año. Está en compañía de una de las hermanas Lange, en el zoológico, y se describe –en inglés– como un tapir barbado. Insinuación autógrafa del jabalí cegato que había advertido Marechal.
En algún momento, Cortázar defendió la barba que protegía la cara fotografiada en los sesenta diciendo que, si se la afeitara, tampoco sería la misma (nos consta, sin embargo, que vivió protegida de cualquier señal de senectud). McCartney usó barba en Let it Be y en su primer álbum solista, después de lo cual el aspecto pueril que conserva (a expensas o a despecho de las cirugías) inclina su voz mágica del lado de Raphael (el niño andaluz, no el pintor de Urbino), más que de los evangelistas clásicos –Ian Anderson es uno– del rock.
Mi escritor contemporáneo favorito (1914-1979) ha puesto en duda la cuestión de la contemporaneidad, y es un gran detractor de la barba. Dice que le producen aversión los escritores con barba, sobre todo un alemán y un austríaco nacido en Trieste, Frenssen y Däubler, respectivamente (y agrega, como si fuera poco, a otro inglés: Tennyson). Aunque en 1963 reconoce estar viviendo (o, mejor dicho, soportando) otro período de apogeo de la barba, alega contra los hirsutos argumentos patilludos del despectivo Schopenhauer, a quien la barba como voluntad y representación, parece, lo exasperaban más que las mujeres. Con el paso del tiempo, y el añadido de las canas, mi barba adquirió nuevos prontuarios de amenaza.
Después de la destrucción de las torres gemelas, alguien me recomendó afeitármela si viajaba. Desobediente, viajé igual. Me acostumbré a la barba como a las letras de mi apellido, la primera (o las primeras) de las cuales cierra el círculo, ajeno a la analogía, iniciado a partir de la mención del Che, con el mismo sonido argentino. Africado, sordo, palatal.
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