DON VITTO GIOVANNI
PRESENTA
Ni nazi ni antisemita
Debe lamentarse que la Presidenta manipule un drama como el del antisemitismo para denostar a sus críticos.
.En su afán por descalificar una vez más a los medios de prensa que no le son adictos, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner utilizó adjetivos como "nazi" y "antisemita" para referirse a dos reconocidos periodistas de Clarín y de LA NACION.
Hay pocos calificativos más fuertes y denigrantes que aquéllos, citados por la jefa del Estado. Son palabras que evocan criminalidad y racismo de la peor calaña. El nazismo acabó con la vida de seis millones de niños, mujeres y hombres de la manera más brutal, por el solo hecho de tener creencias religiosas que no eran del agrado de Adolf Hitler. Pocas páginas de la historia de la humanidad cayeron más bajo.
Que la Presidenta, una mujer a quien no le falta instrucción, haya recurrido a semejantes agravios contra periodistas resulta verdaderamente doloroso. No sólo por lo injusto y desafortunado de sus conceptos, sino porque plantean un problema como el racismo, por el que, afortunadamente, no se caracteriza la inmensa mayoría de la población argentina.
Cuando la sobreactuación es tan desproporcionada, resulta lindante con el mal gusto. Un mal gusto que lamentablemente la emparenta con las palabras de su vicepresidente, Amado Boudou, que no dudó en comparar a otros dos periodistas de estos mismos medios con quienes tenían la triste tarea de remover los cuerpos de los muertos de las cámaras de gas nazis. Una imagen incomprensible y repugnante.
Nada de lo que escribieron los periodistas de Clarín y LA NACION justificaba tamaña reacción de violencia verbal de la Presidenta.
Osvaldo Pepe, de Clarín, había señalado que los actuales miembros de la organización ultrakirchnerista La Cámpora son soberbios, como lo fueron muchos de sus padres cuando militaban en Montoneros en la década del 70. De un modo figurado, dijo que heredaron esa característica, lo cual es simplemente una observación o la traza de un paralelismo entre dos formas de operar. Alcanzó esto para que la Presidenta asociara al periodista con la figura de Joseph Mengele, el llamado "ángel de la muerte", quien determinaba cuáles prisioneros de los campos de concentración iban a las cámaras de gas y cuáles iban a realizar trabajos forzados. Y por si faltara algo, luego realizaba experimentos médicos sobre estos prisioneros, incluyendo niños, a los cuales, entre otras aberraciones, les inyectaba sustancias experimentales en sus cuerpos para observar reacciones o amputaba libremente alguno de sus miembros. ¿No será mucho? Y ¿no será mucho pedirle a la Presidenta que, desde su rol privilegiado en el país, ejerza mayor mesura y responsabilidad en sus comentarios?
El otro periodista, Carlos Pagni, de La Nación, en un artículo en el que buscó trazar un perfil del actual viceministro de Economía, Axel Kicillof, recordó que éste era hijo de un psicoanalista y bisnieto de un legendario rabino de Odessa. El columnista apuntó esos datos para ilustrar una tradición familiar con vocación por la abstracción y la teoría, que desemboca en este economista. En este sentido, afirmó que "la genealogía de Kicillof parece una sucesión de dogmáticas".
La palabra "dogmáticas", como sustantivo, se refiere a conjuntos de dogmas o principios de una doctrina, de acuerdo con la Real Academia Española. La bibliografía está repleta de estudios sobre la "dogmática rabínica", la "dogmática jurídica" o la "dogmática psicoanalítica". En ningún caso esas expresiones tienen un sesgo peyorativo, sino que son una categoría epistemológica para designar un campo de saber.
Sólo por ignorancia o mala fe se puede equiparar aquella apreciación del periodista de LA NACION con un "tufillo antisemita", como el mencionado por la Presidenta.
No menos equivocado es confundir la referencia al sustantivo "dogmáticas" con el adjetivo "dogmático", que remite a quien es remiso a revisar sus creencias, y que supone un menoscabo.
Para una persona sin prejuicios raciales o religiosos, la asociación de Kicillof con su bisabuelo rabino y con la dogmática que ese bisabuelo cultivaba hace pensar que este funcionario es heredero de una rica tradición cultural e intelectual judía. Para la Presidenta, la única posibilidad que evoca ese comentario es el antisemitismo. ¿No será ella quien está prejuzgando de forma deliberada y grosera por su propia intolerancia? ¿Hay algo más emparentado con las ideologías totalitarias que la no aceptación de las diferencias y la libertad de expresión?
No puede menos que lamentarse que un gobierno habituado a tratar como enemigo al periodismo no dispuesto a complacerlo manipule con la misma displicencia un drama como el del antisemitismo para denostar a quienes lo critican. Tal vez no sorprenda, pero sí causa pena..
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