DON VITTO GIOVANNI

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miércoles, 6 de junio de 2012

Por qué el Gobierno insiste en imponer a Reposo como procurador





DON VITTO GIOVANNI

PRESENTA

Por qué el Gobierno insiste en imponer a Reposo como procurador


 Política — By Marta on Junio 6, 2012 at 9:55

TEMORES Y “SEGURIDADES” DE CRISTINA – Si alguno esperaba que se definiera hoy mismo la suerte de Daniel Reposo, se tendrá que quedar con las ganas hasta el próximo 12 de junio. Esa es la fecha en la que el Senado deberá aprobar su pliego en el recinto, siempre y cuando cuente con la presencia de los dos tercios de los legisladores de esa Cámara.

Se descuenta, desde ya, que habrá una fuerte presión a la oposición por parte del oficialismo para que esto ocurra. No es que el kirchnerismo se haya creído a pie juntillas el contenido del grandilocuente —y falaz— curriculum vitae de Reposo, es que necesita como jefe de los fiscales a alguien que pueda controlar el destino de no pocos expedientes que jaquean a funcionarios gubernamentales.

Los jueces no son mayor problema, ya que aquellos que manejan causas sensibles al poder están controlados y alineados como se debe, especialmente los que ocupan despachos federales en Comodoro Py. Como se dijo, la complicación surge del trabajo de los fiscales —los federales, obviamente—, quienes impulsan las investigaciones que luego deberán refrendar, o no, los magistrados.

Es bien cierto que finalmente serán los jueces los que decidan qué suerte correrán las sugerencias de estos; pero también es real que los fiscales últimamente impulsan inconsultas medidas de oficio y logran escalar a las tapas de los principales medios con su protagonismo. Ello irrita, y mucho, al Gobierno, especialmente en momentos en los que la ciudadanía ha vuelto a relucir y golpetear sus viejas cacerolas pidiendo un “stop” a la corrupción. ¿Qué ocurriría hoy frente a un eventual allanamiento como el que impulsó el fiscal Carlos Rívolo sobre el departamento de Amado Boudou? ¿Cómo podría no influir esa medida en el humor de una sociedad que parece a punto de estallar?

Esas preguntas no son retóricas, se las hacen hoy los principales funcionarios del kirchnerismo. Un dato: Cristina Kirchner está a la cabeza de esas preocupaciones.

¿Qué le inquieta hoy a la mandataria? El avance de varios expedientes judiciales, principalmente el que investiga a su vicepresidente por enriquecimiento ilícito. No es casual en ese sentido la insistencia oficial en imponer a Reposo, un íntimo de Boudou, como Procurador General de la Nación. ¿Quién mejor que él podría garantizar el freno del expediente que complica a su propio amigo?

La ecuación que hoy hace la Presidenta es simple y lineal: si Boudou no puede explicar la evolución de su incipiente patrimonio, logrado en los últimos cinco años, ¿cómo justificar un enriquecimiento del 3.540% en menos del doble de tiempo?

El temor de Cristina se explica a través de dos vertientes: por un lado, la posibilidad de que algún fiscal amanezca con el rapto de investigarla de oficio. Por más que luego aparezca un “Oyarbide” para salvarla, jamás podría sobrevivir a la carnicería que harían los medios sobre la mera indagación de marras.

Por otro lado, la Presidenta ya ha decidido no presentarse a una re-reelección en 2015 y la única persona con la que cuenta para sucederla —su hijo Máximo— aún está verde en la política. ¿Qué pasaría si dentro de tres años le aparece ocupando el sillón de Rivadavia un sucesor dispuesto a investigarla?

Reposo es la solución a todas esas fobias. Él jamás irá contra una mandataria a la cual ya ha elogiado in extenso públicamente, incluso a través de las redes sociales.

Por eso, cuando Cristina tambalea en el mar de las inseguridades, vuelve a leer en su Blackberry el mensaje que una vez Reposo escribió en Twitter: “Yo soy un soldado de la Presidenta”.

Ello, representa la panacea más efectiva para todas sus preocupaciones.



Christian Sanz/periodicotribuna.com.ar




martes, 5 de junio de 2012

Una idea distinta sin que se caiga el mundo

Una idea distinta sin que se caiga el mundo


Otro argumento sobre las Islas provocó la crítica paraoficial. Temor a que pensar diferente sea peligroso.



Por Jorge Lanata



25/02/12 - 09:20





Escribí hace algunas semanas, en este diario, que en la Argentina actual pensar distinto era un delito. La realidad me dio, entonces, muestra de mi propia teoría: el aparato oficial de propaganda se ocupó extensamente de mi frase, todos se golpearon el pecho diciendo que nunca hubo más libertad de prensa que ahora y kirchneristas críticos como Mempo Giardinelli me acusaron de exagerar con aviesas intenciones.



La mayoría analizó la frase con un bajo contenido de metáfora en sangre. “Si es un delito, ¿por qué no estás preso, eh?”, dijeron. No me refería, literalmente, a un delito penal: quien opina contra el discurso oficial es castigado con el hostigamiento del aparato público-privado de propaganda y acusado, sí, de delitos formales que llegan hasta el cargo de “traición a la patria”.



Decir, por ejemplo, que la mejor manera de recuperar las Malvinas es integrar a los isleños desencadenó esa reacción: el Gobierno es igual a la patria y el Ejecutivo está, por dogma, libre de cometer errores: siempre tiene y tendrá razón. Es curioso, el decreto de infalibilidad papal del Concilio Vaticano I de 1870 contempla que hasta el Papa puede equivocarse. El Papa sí, pero Ella no.



Sinceramente creo que el camino oficial es el que más nos aleja de la recuperación de las Islas. El miércoles, un grupo de 17 intelectuales del que formo parte dio a conocer un documento proponiendo una política alternativa en la cuestión Malvinas. La campaña de hostigamiento oficial comenzó mucho antes de que el documento se conociera: primero se cuestionaba la legitimidad del grupo y su calificación para opinar (en mi caso, tengo 11 libros, he sido jurado y dado cursos en varias universidades extranjeras, fundé dos diarios y cuatro revistas, dirigí más de diez documentales y un largometraje pero, claro, no soy un intelectual).



Quien ponía en duda nuestras credenciales era, entre otros, Aníbal Fernández, el ex fugado intendente de Quilmes, que ya lleva publicado su segundo libro de zonceras argentinas con su firma, pero escrito en realidad por su asesor de prensa Carlos Caramello. Fernández, en lugar de explicarle al público por qué pasó, de pronto, de jefe de Gabinete a senador llano (hay quienes dicen que fue acusado por la Embajada norteamericana de tener vínculos con el avión narco y que eso, sumado a su confusa actuación en el caso Mariano Ferreira, determinó su suerte), se dedicó a insultar al colectivo en el diario Tiempo Argentino, editado por Sergio Szpolski con plata que vuelve al pueblo. Puesto a periodista –y quizá sin su ghostwriter Caramello a mano–, Fernández me adjudica frases que nunca dije y las pone entre comillas, al estilo Diego Goebbels pero en gráfica.



En el mismo día, la tapa de Crónica, en el mismo sitio donde semanas atrás estaba la foto del cadáver de Jazmín de Grazia, publicaba mi foto junto a la de Beatriz Sarlo, Juan José Sebreli y Pepe Eliaschev bajo el título “Piratas”. Crónica pertenece al Grupo Olmos, vinculado a la UOM y financiado por el Gobierno con abundante publicidad oficial.



El documento aún no había sido dado a conocer. El camino que terminó en la conferencia de prensa del miércoles –que finalmente se suspendió por la tragedia de Once y sólo se envió el documento a la prensa– había sido largo y sinuoso: era casi imposible conseguir en Buenos Aires un sitio público donde presentar un documento que discutía el pensamiento oficial: dos universidades privadas dijeron que no, hasta dos bares que habitualmente ocupan su salón con presentaciones se negaron a facilitar el espacio. Finalmente la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino, dirigida por Rogelio Fernández Couto, tuvo la generosidad de abrir sus puertas.



Fue triste volver a recordar el miedo, pero ahora en una Argentina democrática: miedo a disentir públicamente, miedo a las consecuencias de desobedecer, miedo a pensar distinto y decirlo en voz alta.



Conocido el documento, el mundo no se cayó. Sólo una idea se echó a correr. Pensar distinto es hoy, en la Argentina, complicado. Esperemos que no llegue a ser peligroso.