DON VITTO GIOVANNI

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martes, 30 de noviembre de 2010

EEUU: Una tentacion imperial que aun no ha cedido

DON VITTO GIOVANNI

PRESENTA:  POLITICA INTERNACIONAL



Una tentación imperial que aún no ha cedido

Por :Juan Gabriel Tokatlian Profesor De Relaciones Internacionales De La Universidad Di Tella

Los cables y documentos del Departamento de Estado de EE.UU. filtrados por Wikileaks son la expresión de una política exterior sustentada en una estrategia global de primacía, muestran que el tacto diplomático se ha tornado subalterno al músculo militar y reflejan el talante imperial de Washington.


Muy poco ha cambiado de George W. Bush a Barack Obama en materia de visión estratégica . La primacía, entendida como una postura que no tolera la existencia de una potencia de igual talla, sea ésta un antiguo enemigo (Rusia), un tradicional aliado (Alemania) o un futuro adversario (China), sigue vigente. Se modificó la forma –de agresiva a calibrada– pero no la sustancia de la primacía.

A su vez, el desbalance entre diplomacia y fuerza en el campo externo ha sido y es tan elocuente que el Almirante Michael Mullen sugirió en 2009 limitar la “militarización” de la política exterior estadounidense.

Paralelamente, hace tiempo que Washington dejó de comportarse como una superpotencia convencional. Una gran potencia, particularmente en un contexto de unipolaridad como el que rigió por tres lustros después del fin de la Guerra Fría, suele ser un actor que prefiere el statu quo, asegurar su influencia a través de la persuasión y construir regímenes e instituciones de alcance universal que legitimen su poderío. Sin embargo, en la última década Estados Unidos se ha comportado como una superpotencia inconforme y revisionista: ha pretendido asegurar su preponderancia a toda costa, perdió la aversión al riesgo y se involucra militarmente en cada punto caliente del planeta, se muestra disconforme con las reglas de juego imperantes y socava regímenes e instituciones con acciones unilaterales. Todo lo anterior refleja una tentación imperial que aún no ha cedido pese a fracasos externos y constreñimientos internos.

En esa dirección, lo que los papeles de Wikileaks confirman es la persistencia de un conjunto básico de objetivos compartido por republicanos y demócratas: frenar a China, disuadir a Rusia, cooptar a India, controlar a Europa, asegurar el sistema de bases militares extendido desde el corazón de Asia Central hasta el Cuerno de Africa, recelar de las Naciones Unidas, mantener un esquema neo-protectoral de facto en Irak y Afganistán, defender a Israel, sostener a Arabia Saudita, poner en cuarentena a Pakistán, contener a Irán, vigilar a Turquía, aislar a Venezuela y otros potenciales regímenes calificados de “canallas”, y regular el ascenso de poderes emergentes (Brasil, Sudáfrica).

En esos asuntos se puede observar, en líneas generales, una relativa consistencia –con las naturales diferencias de estilo entre republicanos y demócratas– que también se manifiesta en los principales documentos públicos de los últimos años (Quadriennial Defense Review, National Security Strategy, Nuclear Posture Review, entre muchos otros), los pronunciamientos oficiales, los viajes de altos funcionarios, el despliegue de los comandos militares, y los contactos emprendidos por actores no gubernamentales afines a la perspectiva imperante. En todo caso, las filtraciones de Wikileaks manifiestan el lado tosco, descarnado y abusivo del ejercicio de primacía.

Los cables y documentos del Departamento de Estado de EE.UU. filtrados por Wikileaks son la expresión de una política exterior sustentada en una estrategia global de primacía, muestran que el tacto diplomático se ha tornado subalterno al músculo militar y reflejan el talante imperial de Washington.


Muy poco ha cambiado de George W. Bush a Barack Obama en materia de visión estratégica . La primacía, entendida como una postura que no tolera la existencia de una potencia de igual talla, sea ésta un antiguo enemigo (Rusia), un tradicional aliado (Alemania) o un futuro adversario (China), sigue vigente. Se modificó la forma –de agresiva a calibrada– pero no la sustancia de la primacía.

A su vez, el desbalance entre diplomacia y fuerza en el campo externo ha sido y es tan elocuente que el Almirante Michael Mullen sugirió en 2009 limitar la “militarización” de la política exterior estadounidense.

Paralelamente, hace tiempo que Washington dejó de comportarse como una superpotencia convencional. Una gran potencia, particularmente en un contexto de unipolaridad como el que rigió por tres lustros después del fin de la Guerra Fría, suele ser un actor que prefiere el statu quo, asegurar su influencia a través de la persuasión y construir regímenes e instituciones de alcance universal que legitimen su poderío. Sin embargo, en la última década Estados Unidos se ha comportado como una superpotencia inconforme y revisionista: ha pretendido asegurar su preponderancia a toda costa, perdió la aversión al riesgo y se involucra militarmente en cada punto caliente del planeta, se muestra disconforme con las reglas de juego imperantes y socava regímenes e instituciones con acciones unilaterales. Todo lo anterior refleja una tentación imperial que aún no ha cedido pese a fracasos externos y constreñimientos internos.

En esa dirección, lo que los papeles de Wikileaks confirman es la persistencia de un conjunto básico de objetivos compartido por republicanos y demócratas: frenar a China, disuadir a Rusia, cooptar a India, controlar a Europa, asegurar el sistema de bases militares extendido desde el corazón de Asia Central hasta el Cuerno de Africa, recelar de las Naciones Unidas, mantener un esquema neo-protectoral de facto en Irak y Afganistán, defender a Israel, sostener a Arabia Saudita, poner en cuarentena a Pakistán, contener a Irán, vigilar a Turquía, aislar a Venezuela y otros potenciales regímenes calificados de “canallas”, y regular el ascenso de poderes emergentes (Brasil, Sudáfrica).

En esos asuntos se puede observar, en líneas generales, una relativa consistencia –con las naturales diferencias de estilo entre republicanos y demócratas– que también se manifiesta en los principales documentos públicos de los últimos años (Quadriennial Defense Review, National Security Strategy, Nuclear Posture Review, entre muchos otros), los pronunciamientos oficiales, los viajes de altos funcionarios, el despliegue de los comandos militares, y los contactos emprendidos por actores no gubernamentales afines a la perspectiva imperante. En todo caso, las filtraciones de Wikileaks manifiestan el lado tosco, descarnado y abusivo del ejercicio de primacía.

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