publicado por : TODOS GARCAS
HUGO MOYANO :Hijo de un camión lleno de putas
Cuando era chico, no hace tanto, admiraba de mi padrastro esa paciencia apática con la que soportaba los arrebatos y las injusticias que desde siempre otorgó el trabajo honrado. Su vida y sus circunstancias, le tejieron -a quien consideré mi padre- un destino hostil, sin demasiadas pretensiones y escasos lujos. Tan solo se permitía beber de manera compulsiva en las vísperas de su día de descanso.
Durante años percibí desde mi infantil y silenciosa comprensión, que su sacrificio viajaba de un lado a otro ocultando derroteros y frustraciones, en un pendular ir y venir entre el marcado de tarjeta y la guita que nunca alcanzaba. Y ahora, tarde -como suelo entenderlo todo- caigo en el recuerdo de los sermones que partían desde su obstinado esfuerzo, cuando junto con mis hermanos nos inculcaba al estudio como nuestra única preocupación, cosa que ignoré.
En una época lo veía poco, casi nada. Sus tres trabajos apenas le daban tiempo para dormir en horarios antinaturales. Pero aprendí mucho. Supe que la explotación deja sus marcas en el cuerpo y en el temperamento y que la honradez dignifica, pero pocas veces alcanza para concretar los sueños.
Entre esos recuerdos, guardo una imagen muy especial que me marcó para siempre. Todavía puedo ver, detrás de la barba blanca y a pesar del paso del tiempo, el rostro afligido, los ojos tristes y el llanto que no encontraba explicación al despido masivo. Los 20 años de puntualidad y asistencia perfecta, no tuvieron ningún sentido para la ambición empresarial que operó bajo la complicidad sindical que se abrió de gambas. Hijos de puta, no les importó nada.
Con el correr de los días, el reclamo de los trabajadores despedidos se fue apagando lentamente, al igual que el fuego inútil de las ollas populares. Nadie hizo nada. El gremio estuvo ausente y el Ministerio de Trabajo se lavó las manos en la podredumbre de los negociados. Los obreros quedaron aislados con la dignidad pisoteada y el futuro incierto y los hijos, con una imborrable fotografía de un padre desdichado. Nunca lo olvido.
Será por eso que desconfío de los sindicalistas. Meros oportunistas acostumbrados a enriquecerse con el sacrificio ajeno. Serviles al mejor postor. Falsos líderes, engordados a agachadas y traiciones. Tipos que ríen a espaldas de los trabajadores y de los trabajadores. Miserables a los que el dinero les desnuda la deslealtad que visten debajo del oberol. Cobardes que se aprovechan de la ignorancia y la humildad. Canallas. Como Hugo Moyano
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