DON VITTO GIOVANNI
Las certezas de Mitre
En 1874, Bartolomé Mitre, presidente entre 1862 y 1868, se presentó nuevamente como candidato a la primera magistratura. En las elecciones -celebradas el 12 de abril- triunfó el tucumano Nicolás Avellaneda. Mitre denunciaría fraude y se sublevaría contra las autoridades electas, pero sería derrotado por las tropas leales, dirigidas por el coronel Julio A. Roca. Transcribimos a continuación un discurso de Bartolomé Mitre, pronunciado el 19 de abril de 1874, poco antes de enterarse de que había sido vencido en la contienda electoral.
Los candidatos y el pueblo
Fuente: Bartolomé Mitre, Arengas, Buenos Aires, Editor Carlos Casavalle, 1889.
Señores: estamos en un momento de expectación solemne como si de la urna electoral hubiese de salir el fallo de nuestros destinos. En cuanto a mí, estoy tranquilo. Yo sé ya quién es el verdadero triunfador, y creo ser el intérprete fiel de todos al proclamar en alta voz quién será ese triunfador y quién debe serlo. (Aplausos y vivas.)
Todo puede ponerse en duda en este momento, todo, menos el sentimiento público del pueblo de Buenos Aires, y menos los grandes destinos que esperan a nuestra patria.
El pueblo de Buenos Aires ha expresado su sentimiento por medio del voto libre y espontáneo en los comicios públicos, y lo expresa en este momento al celebrar su triunfo pacífico. Quiere la nacionalidad que él ayudó a consolidar; quiere la paz fecunda del trabajo; quiere la unión de los pueblos hermanos sin antagonismo; quiere la libertad y la pureza del sufragio, y quiere sobre todo la verdad de la República, por la práctica leal y sincera de las instituciones que nos rigen. (Aplausos)
Esto quiere el pueblo de Buenos Aires, y esto es lo que triunfará.
Ahora, cualquiera que sea el nombre que salga de la urna electoral, y cualquiera que sea el hombre elegido para gobernarle, todos sabemos que los destinos de la República Argentina en el presente y el futuro no están simbolizados por un nombre; no dependen de la voluntad ni de la inteligencia de un hombre, y que a través de los tiempos está llamada a recorrer triunfante su camino, haciendo prevalecer los grandes principios de la democracia. (Vivas y aplausos.)
Si los candidatos cuyos nombres se han inscrito en las banderas electorales, desapareciesen de la escena de este mundo, si todos los que han tomado parte en esta lucha de opinión bajasen hoy al sepulcro, a todos nos asiste la fe de que lo único inmortal en medio de nuestras luchas es el pueblo argentino, que se perpetuará en nuestros hijos, y que cuando todos desapareciesen renacería de nuestras cenizas. (Grandes aplausos.)
Con esta seguridad, con estos sentimientos, con esta fe robusta en el alma, yo os pido me acompañéis a dar un viva a todas las provincias del pueblo argentino, a todas sin excepción, desde Corrientes a Jujuy, desde los Andes hasta el Chaco, saludándolas y ofreciéndolas su concurso, así a las que nos han acompañado con el voto de la mayoría, como a las que en minoría han luchado con valor cívico en el terreno de la ley. (Aplausos.)
Señores: ¡vivan las provincias unidas del Río de la Plata, verdaderamente unidas! Y ¡viva Buenos Aires su invencible cabeza de columna en las luchas de la libertad argentina! (Aplausos prolongados.)
fuente: el historiador
Las certezas de Mitre
En 1874, Bartolomé Mitre, presidente entre 1862 y 1868, se presentó nuevamente como candidato a la primera magistratura. En las elecciones -celebradas el 12 de abril- triunfó el tucumano Nicolás Avellaneda. Mitre denunciaría fraude y se sublevaría contra las autoridades electas, pero sería derrotado por las tropas leales, dirigidas por el coronel Julio A. Roca. Transcribimos a continuación un discurso de Bartolomé Mitre, pronunciado el 19 de abril de 1874, poco antes de enterarse de que había sido vencido en la contienda electoral.
Los candidatos y el pueblo
Fuente: Bartolomé Mitre, Arengas, Buenos Aires, Editor Carlos Casavalle, 1889.
Señores: estamos en un momento de expectación solemne como si de la urna electoral hubiese de salir el fallo de nuestros destinos. En cuanto a mí, estoy tranquilo. Yo sé ya quién es el verdadero triunfador, y creo ser el intérprete fiel de todos al proclamar en alta voz quién será ese triunfador y quién debe serlo. (Aplausos y vivas.)
Todo puede ponerse en duda en este momento, todo, menos el sentimiento público del pueblo de Buenos Aires, y menos los grandes destinos que esperan a nuestra patria.
El pueblo de Buenos Aires ha expresado su sentimiento por medio del voto libre y espontáneo en los comicios públicos, y lo expresa en este momento al celebrar su triunfo pacífico. Quiere la nacionalidad que él ayudó a consolidar; quiere la paz fecunda del trabajo; quiere la unión de los pueblos hermanos sin antagonismo; quiere la libertad y la pureza del sufragio, y quiere sobre todo la verdad de la República, por la práctica leal y sincera de las instituciones que nos rigen. (Aplausos)
Esto quiere el pueblo de Buenos Aires, y esto es lo que triunfará.
Ahora, cualquiera que sea el nombre que salga de la urna electoral, y cualquiera que sea el hombre elegido para gobernarle, todos sabemos que los destinos de la República Argentina en el presente y el futuro no están simbolizados por un nombre; no dependen de la voluntad ni de la inteligencia de un hombre, y que a través de los tiempos está llamada a recorrer triunfante su camino, haciendo prevalecer los grandes principios de la democracia. (Vivas y aplausos.)
Si los candidatos cuyos nombres se han inscrito en las banderas electorales, desapareciesen de la escena de este mundo, si todos los que han tomado parte en esta lucha de opinión bajasen hoy al sepulcro, a todos nos asiste la fe de que lo único inmortal en medio de nuestras luchas es el pueblo argentino, que se perpetuará en nuestros hijos, y que cuando todos desapareciesen renacería de nuestras cenizas. (Grandes aplausos.)
Con esta seguridad, con estos sentimientos, con esta fe robusta en el alma, yo os pido me acompañéis a dar un viva a todas las provincias del pueblo argentino, a todas sin excepción, desde Corrientes a Jujuy, desde los Andes hasta el Chaco, saludándolas y ofreciéndolas su concurso, así a las que nos han acompañado con el voto de la mayoría, como a las que en minoría han luchado con valor cívico en el terreno de la ley. (Aplausos.)
Señores: ¡vivan las provincias unidas del Río de la Plata, verdaderamente unidas! Y ¡viva Buenos Aires su invencible cabeza de columna en las luchas de la libertad argentina! (Aplausos prolongados.)
fuente: el historiador
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