Se lee en The Guardian que en los años ‘70 había “una generación que valoraba la integridad y el principio de la verdad”. El público se mostraba preocupado por lo que salía a la luz, una mentira presidencial era algo grave y hasta Nixon salía por la ventana en medio de un escándalo. El periodista Roy Greenslade compara a Daniel Ellsberg, el que reveló los “Pentagon Papers”, con Julian Assange, director de WikiLeaks.
Daniel Ellsberg, en 1971, trabajaba de analista militar; tuvo una conversión moral y su nueva postura —en contra de la guerra de Vietnam— lo movilizó a fotocopiar papeles secretos y hacerlos llegar a los diarios. El escándalo de los llamados “Pentagon Papers” fue mayúsculo: allí se revelaba que la guerra de Vietnam había sido cuidadosamente planeada durante décadas y que mientras Lyndon Johnson decía “no queremos mandar chicos a Vietnam”, sabía, al mismo tiempo, que eso mismo era lo que iban a hacer.
Julian Assange es el creador de WikiLeaks, un sitio web que se dedica a revelar materiales confidenciales que los grandes medios no querían tocar ni con un puntero láser.
La crítica más razonable que se le hace a este sitio es que no es periodismo: son pilas y pilas de documentos confidenciales, hacen falta decenas de horas de lectura para sacar algo en claro. Sin embargo, WikiLeaks no intenta hacer periodismo: simplemente provee un refugio seguro para todos aquellos que, como Ellsberg, sienten que su conciencia no los dejará volver a dormir a menos que hagan algo.
Así y todo, cuando WikiLeaks sacó a la luz un video en el cual se mostraba cómo unos pilotos de helicóptero mataban niños iraquíes entre risas, el enojo de los diarios norteamericanos fue más para Assange: se lo acusó de irresponsable y de ingenuo. Más aún: se supo que algunos diarios norteamericanos tuvieron el video durante más de un año y no quisieron sacarlo a la luz.
WikiLeaks sigue sacando material y recientemente reveló que más de la mitad de las víctimas en la guerra de Irak fueron civiles. La excusa de “no venimos por el petróleo sino por la gente” se cae a pedazos, igual que el pueblo iraquí: mueren como si no valieran nada, en tiroteos en los bloqueos de caminos y a manos de Blackwater, los mercenarios que están más allá de cualquier ley.
Alex Moore, en www.deathandtaxesmag.com, escribe que “la misión contracultural de Julian Assange no encuentra hogar en un mundo sin contracultura”. Cuenta que Ellsberg pudo ser, finalmente, un héroe, mientras que Assange es un paria mundial: lo acusan de violación en Suecia y le niegan la ciudadanía; el Pentágono está dispuesto a todo con tal de capturarlo y quieren declararlo “combatiente enemigo” para poder hacer con él lo que quieran.
Ellsberg dice que se siente hermano con Assange, que están cortados por la misma tijera. El resto del mundo, mientras tanto, en un silencio incómodo, prefiere mantenerse lejos y le dice a WikiLeaks que “basta ya con esa verdad que no sirve para nada y no deja dormir”.
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