Lo indica un Informe del BID sobre Calidad de Vida. Los trastornos mentales insumen entre el 3% y 4% del PBI mundial.
Por Anahí Abeledo
Especial par Clarin
Daré la mitad de mi reino a quien consiga ayudarme a sanar las angustias de mis tristes noches", dijo un día un rey cuyo poder era tan inmenso como la tristeza de su corazón.
Magos y consejeros debatieron hasta que uno de ellos auguró que el rey se curaría si usaba durante una noche la camisa de un hombre del reino que fuera totalmente feliz. Tras largas búsquedas, el afortunado hombre fue hallado pero era tan pobre que no tenía camisa. Aquel soberano no pudo curar su pena.
Cuando escribió este cuento infantil, León Tolstoi no estaba hablando de la extrema pobreza de Etiopía. Con un PBI anual per cápita de apenas US$345, menos de un dólar diario (Banco Mundial, Indicadores de Desarrollo 2009), es el país con mayor porcentaje de población emocionalmente deprimida: más del 50%, según un estudio reciente del BID llamado "Factores económicos de la depresión, estudio comparativo entre países", Pero la sutil moraleja del escritor ruso bien puede aplicarse a Mauritania, otro país de la región de Africa Subsahariana que, con un desarrollo humano algo mayor, exhibió el menor índice de personas afectadas por depresión: un 2,7% de la población. Pero el nivel de vida en Mauritania con un PBI per cápita de US$921 está demasiado lejos del de Dinamarca PBI per cápita: US$57.000, país que lo secunda en el ranking de personas menos deprimidas, un 3%, como para sacar conclusiones lineales.
Según la Organización Mundial de la Salud, "los trastornos mentales insumen entre el 3% y el 4% del PBI mundial y la depresión es el más extendido. Se calcula que hacia 2020 afectará a la mayor parte de los población de los países desarrollados".
La relación entre la economía del país y la satisfacción de sus habitantes comenzó a ser medida por economistas del BID en la serie de estudios que analizan la Calidad de Vida de la población. En el primero de ellos, publicado hace poco más de un año, se demostró que el rápido crecimiento económico no se trasladaba a la satisfacción de sus habitantes tan rápidamente.
El primer mapa Este primer mapa de la depresión de la población global se confeccionó mediante 80.000 encuestas realizadas en 93 países por Gallup en el año 2007.
Teniendo en cuenta que la pregunta fue si estuvo deprimido "el día anterior" durante buena parte del día, la respuesta afirmativa promedio del 14,9% global se considera "muy alta".
Aunque suene a obviedad, los altos ingresos restan posibilidades de depresión, ya que la persona tiene medios para afrontar otras situaciones estresantes. El desempleo resultó ser uno de los factores con mayor incidencia; el trabajo no toma en cuenta la crisis de 2008 sino que se hizo en un pico de crecimiento mundial.
Sin embargo, en cuanto al país, la relación no es la misma. Tanto los países más ricos (Irlanda, Noruega, Suecia) como los pobres (Tanzania, Malawi y Níger) mostraron menores índices de depresión. Resultados anteriores habían demostrado que la relación del PBI per cápita al ser la estadística general no era directa en el índice de satisfacción de la población ya que un rápido crecimiento muchas veces indicaba peor redistribución del ingreso. Esto quedó claro al agregar la medición de la Desigualdad de Ingresos, medida por el Coeficiente de Gini.
Los tres países más equitativos fueron: Dinamarca, Noruega y Suecia y los menos equitativos resultaron ser Bolivia, Brasil y Honduras.
Bolivia, que presenta el mayor Coeficiente de Gini, es el segundo país de la muestra con mayor cantidad de gente deprimida (casi el 30%). Como en el nivel macro se comprobó que las chances de depresión bajan para las personas que pertenecen a una religión, se deduce que en Honduras y Brasil, con un alto porcentaje de personas religiosas, esto incide para atenuar la desigualdad. Lo mismo sucede en Panamá, Jamaica, Níger, Senegal, Uganda y Mozambique.
En cuanto a los ingresos, se tomaron en cuenta algunas variables muy básicas: las redes de electricidad, agua potable y teléfono. Con la electricidad sucedió lo mismo que con el PBI per cápita. No se demuestra que una red extendida de este servicio reste posibilidades de depresión. Sin embargo, poseer red de agua potable y cloacal y teléfono fuero determinantes al estar asociados estos servicios, respectivamente, a la higiene y salud personal y a tener contacto con otras personas.
Vivir en una ciudad aportó positiva y negativamente a las chances de depresión. Por un lado, la persona con pocos ingresos puede deprimirse más, en las zonas urbanas la gente más pobre comparte la calle con una riqueza ajena visible. Pero por otra parte, se facilita la búsqueda de empleo y el acceso a servicios básicos. En las zonas rurales los ingresos son menores, pero la desigualdad no está tan expuesta y, fundamentalmente, existe mayor contención de la red social.
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